Bellingham resucitó... Y evitó la crucifixión
Leipzig (Alemania), 1 jul (EFE).- Desaparecido en combate y con el fútbol insípido que mostró en casi toda la fase de grupos, Jude Bellingham deambulaba desesperado por el césped del estadio del Schalke 04, escenario destinado a ser el lugar en el que Eslovaquia ridiculizaría a Inglaterra. Los 'pross' ya preparaban su funeral y los críticos sus afiladas plumas cuando en un solo segundo, el que necesitó el jugador del Real Madrid para armar una chilena espectacular, todo cambió para alivió de la estrella del combinado británico.
Leipzig (Alemania), 1 jul (EFE).- Desaparecido en combate y con el fútbol insípido que mostró en casi toda la fase de grupos, Jude Bellingham deambulaba desesperado por el césped del estadio del Schalke 04, escenario destinado a ser el lugar en el que Eslovaquia ridiculizaría a Inglaterra. Los 'pross' ya preparaban su funeral y los críticos sus afiladas plumas cuando en un solo segundo, el que necesitó el jugador del Real Madrid para armar una chilena espectacular, todo cambió para alivió de la estrella del combinado británico.
El entorno de Inglaterra -aficionados, medios de comunicación y opinadores-, es campeón mundial en generar héroes y villanos. La Eurocopa de Alemania es un gran ejemplo de la montaña rusa en la que viven los miembros de la selección inglesa, que antes de que echara a rodar el balón ya tenían en la figura de Gareth Southgate a su primer mártir para la causa. Anunciar en una entrevista que si no ganaba el torneo se despediría tras ocho años en el cargo, fue su losa y esa fue la casilla de salida para los criticones, que encontraron en el mal fútbol de Inglaterra otro filón para dar rienda suelta a sus afiladas plumas.
Jude Bellingham consiguió un par de bonus extra gracias a su flamante puesta en escena frente a Serbia. Marcó el gol de la victoria gracias a un cabezazo imperial y fue encumbrado como el héroe de Inglaterra, que realmente no jugó nada bien. Pero una victoria (0-1) y un héroe de fama mundial bastaron para tapar todos los rotos del equipo de Southgate. Bellingham disfrutó de su momento, en el que muchos compañeros y medios de comunicación británicos pidieron durante unos días pidieron el Balón de Oro para el jugador del Real Madrid.
Y si la subida fue rápida, la caída también, porque Inglaterra rozó el esperpento en los dos siguientes partidos ante Dinamarca (1-1) y Eslovenia (0-0). Southgate, de nuevo, fue el saco de boxeo que aguantó los golpes por su inmovilismo y sus experimentos. Insistió con un lateral como Trent Alexander-Arnold en el mediocentro y en dejar a Cole Palmer y a Kobbie Mainoo en el banquillo. Lo pagó caro. La afición se unió a los medios y pasó a abuchear a su entrenador. Y mientras, Bellingham, aún con la bula de su estreno, empezó a perder credibilidad tras dos encuentros en los que pasó totalmente desapercibido.
Genio y villano
La tormenta perfecta para el genio del Real Madrid se comenzó a cocinar en la víspera de los octavos de final. Su desaparición del once empezó a sonar como una posible solución para los males de Inglaterra. Pedían a los agitadores Palmer y Gordon como soluciones al atasco y poco a poco, el camino hacia la búsqueda de un villano en caso de debacle se abría paso. Bellingham, el genio del primer día, sería el malvado del último. El terreno estaba allanado para señalarle como culpable en caso de otro duelo fallido y de una eliminación de Inglaterra.
Eslovaquia, un rival teóricamente mucho más débil, aportaba algo más de tragedia a la historia. Era impensable caer contra el conjunto centroeuropeo y los planetas debían alinearse para que Bellingham acabara en las garras del mordaz entorno mediático que rodea a Inglaterra, que a falta de alegrías en forma de victorias y buen juego se frota las manos en la búsqueda de culpables. Y así ocurrió, porque con un gol de Ivan Schranz que aguantó solitario en el marcador hasta el minuto 95, Eslovaquia generó la oscuridad necesaria para buscar culpables en el otro bando.
Y, sin duda, uno de ellos iba a ser Bellingham, que como en los dos encuentros anteriores mantuvo un perfil de jugador intrascendente e incluso peleado por el mundo porque tal vez sabía lo que se le venía encima. Necesitaba un milagro para salir del apuro y lo consiguió con un golpeo espectacular digno de un jugador 'top'.
Cuando el tiempo se agotaba y llegaba a su fin, y tras una jugada de tosca elaboración, sacó la varita mágica. Bastó un saque de banda desesperado de Walker que prolongó Guéhi de cabeza para que Bellingham se sacara de la chistera una chilena espectacular con el que silenció a los críticos, que de repente volvieron a hacerle rey de Inglaterra. El jugador del Real Madrid, se lo esperaba.
Del "me lo merezco" de Míchel al "¿quién si no?" de Bellingham
"En el fútbol internacional, en las eliminatorias, es una sensación aún peor (comparar marcar goles al final de los partidos con el Real Madrid y con Inglaterra) porque estás a 30 segundos de irte a casa teniendo que escuchar toda la basura y sintiendo que has decepcionado a todo un país y a su gente. En 30 segundos, con un golpe de balón, todo puede cambiar. Es una sensación que no me gusta tener, pero cuando ocurre sienta genial", dijo Bellingham después del partido.
¿Y qué hizo cuando marcó? Se dio una carrera y gritó... "¿quién si no?" para recordar al Míchel de "me lo merezco" cuando marcó tres goles a Corea en el Mundial de Italia 90. ¿Lo tenía preparado? No. Le salió de dentro: "La adrenalina se apodera de ti. Es una combinación de muchas cosas. Jugar para Inglaterra es muy bonito pero también significa mucha presión. Oyes a la gente hablar mucha basura. Es bonito cuando lo consigues, de alguna manera se la devuelves. Es difícil para un futbolista hablar abiertamente en ruedas de prensa o entrevistas porque siempre eres juzgado", afirmó.
Ahora, Bellingham tiene otro bonus para los cuartos de final. Pudo ser uno de los villanos oficiales de la derrota, pero ahora es un héroe. Su última imagen tras celebrar el éxito de su chilena, es la fotografía de lo que pudo ser y no fue. De pie, con el pecho hinchado de orgullo, extendió sus brazos y los alzó al aire como si fuera un Jesucristo del fútbol en plena redención. Sin embargo, en esta ocasión, Bellingham no fue crucificado. Se salvó por una chilena, por un acto de fe mágico con el que pasó de futuro malvado a héroe de toda una nación.
Juan José Lahuerta