La redención de Saka
Hamburgo (Alemania), 7 jul (EFE).- Durante 1.901 días, los que pasaron desde el 11 de julio de 2021 hasta el 6 de julio de 2024, Bukayo Saka tenía una losa encima por el penalti que falló ante Italia en la final de la pasada Eurocopa. Fue el último de la serie para Inglaterra, el definitivo y el que condenó al equipo dirigido por Gareth Southgate. También fallaron Marcus Rasford y Jadon Sancho y fueron lapidados por un sector de su afición, que desde el anonimato de las redes, lanzó insultos racistas a tres chavales que de posibles héroes pasaron a villanos.
Hamburgo (Alemania), 7 jul (EFE).- Durante 1.901 días, los que pasaron desde el 11 de julio de 2021 hasta el 6 de julio de 2024, Bukayo Saka tenía una losa encima por el penalti que falló ante Italia en la final de la pasada Eurocopa. Fue el último de la serie para Inglaterra, el definitivo y el que condenó al equipo dirigido por Gareth Southgate. También fallaron Marcus Rasford y Jadon Sancho y fueron lapidados por un sector de su afición, que desde el anonimato de las redes, lanzó insultos racistas a tres chavales que de posibles héroes pasaron a villanos.
En ese tiempo, más de tres años, Saka, entonces un chaval de solo 19 años, ha tenido que soportar un calvario, sobre durante los meses posteriores a ese error, y que ya ha pasado definitivamente al olvido. El fútbol casi siempre da segundas oportunidades y el jugador del Arsenal la tuvo en los cuartos de final que disputó ante Suiza en la Eurocopa de Alemania. De nuevo, tras empatar 1-1 después de disputar 120 minutos de juego, Inglaterra se enfrentó a una tanda de penaltis a todo o nada. Y Saka, igual que hace casi 2.000 días, no se escondió a la hora de enfrentarse a la responsabilidad de lanzar una de las penas máximas.
En concreto, afrontó la tercera, tras Cole Palmer y Jude Bellingham, que dieron en la diana. En el combinado helvético, Manuel Akanji ya había fallado el suyo. Si Saka no acertaba ante Yann Sommer, todo volvería a la casilla de salida. Y los fantasmas de la parada de Gianluigi Donnarumma regresarían a su cabeza. Por eso, cuando el árbitro Daniele Orsato hizo sonar su silbato, Saka tardó unos segundos eternos en lanzar. Se lo pensó varias veces hasta que su bota izquierda impactó en la pelota tras una breve carrera. Sommer se lanzó a su derecha y el lanzamiento fue al lado contrario. El golpe del balón contra la red sacó una sonrisa enorme a Saka. Había triunfado.
Pero no sólo marcó un gol. Seguramente, fue para él 'el gol', el más especial de los muchos que ha celebrado en su carrera. Exactamente, 70, los que ha marcado en el Arsenal y con Inglaterra. Ninguno como el penalti ante Suiza, que cerró para siempre la herida de Wembley, el escenario donde comenzó su calvario desde donde se dio el pistoletazo de salida para dar rienda suelta a los miles de racistas que lanzaron al mundo sus mensajes denigrantes.
El epicentro de los insultos se sitúo en un mural de Rashford en Withintong (Manchester), dañado y vandalizado y después restaurado y convertido en un símbolo de todos los que defendieron a los tres de Wembley que fallaron sus penaltis. Gran parte de la sociedad británica salió en masa a proteger a sus jugadores ante los racistas y hasta el primer ministro de entonces, Boris Johnson, lanzó mensajes de apoyo a los jugadores británicos.
Seguramente, esos mismos que antes insultaron a Saka, ahora aplauden desde el sofá de sus casas los aciertos del jugador del Arsenal, que no solo transformó un penalti de la tanda: también marcó el gol del empate a pocos minutos del final que dio una vida extra a Inglaterra. Es la hipocresía del abusón y del racista, porque después del partido, y al contrario que hace tres años, no se vio ningún insulto racista contra Saka.
¿Y qué dijo el protagonista? Preguntado por si había exorcizado sus demonios, fue claro: "Creo que puedo aceptar esa afirmación. Puedes fracasar una vez, pero tienes la opción de volver a ponerte en esa situación. Y yo soy un tipo que se puede poner en esa situación. Creí en mí mismo y cuando el balón golpeó la red, fui un hombre muy feliz", dijo.
Saka, invisible y contagiado por el errático juego de Inglaterra, reaccionó ante Suiza para levantar la mano y dar un puñetazo encima de la mesa. Apareció cuando el equipo de Southgate más le necesitaba. Salvó a sus compañeros de una pronta eliminación y fue el hombre del partido para la UEFA. Pero, mucho más importante que todo eso, espantó de una vez los fantasmas de un error que provocó uno de los episodios más bochornosos de un sector de los aficionados más intolerantes del fútbol británico. El penalti de Saka silenció a los abusones y sirvió como redención para un jugador que es feliz.
Juan José Lahuerta